Con carácter general, los residuos asociados a la protección frente al COVID-19, especialmente, las mascarillas guantes y otros equipos de protección personal, deberán depositarse en el contenedor gris de residuos no separables y en ningún caso podrán ser abandonados en la vía pública o en un entorno natural.
Una mascarilla higiénica común abandonada en un entorno natural puede tardar en degradarse entre 300 y 400 años. Y mientras desparece, puede afectar de múltiples formas a la flora y fauna de nuestro entorno, al agua y a los suelos que conforman ese espacio. O incluso acabar en el mar, uniéndose a los más de ocho millones de toneladas de residuos plásticos que se vierten anualmente a los océanos.
El uso de mascarillas es indispensable para poder hacer frente a la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, también mientras se disfruta de los espacios de alto valor natural, que cubren aproximadamente el 30% del territorio. Sin embargo, el uso de estos protectores no puede agravar un problema que afecta a los entornos naturales a escala global: el abandono indiscriminado de residuos, en su mayor parte de origen plástico. Un fenómeno conocido en su acepción inglesa como littering.